Cuadragésima
quinta parte (45º envío)
LA PRIMERA
GUERRA MUNDIAL DIA A DIA
por Carlos Enrique Fonseca Sánchez
4 DE AGOSTO
A las 9 de la
mañana, tropas alemanas del II ejército alemán (más de 250.000 hombres) al
mando del general Von Bülow precedido por la caballería de Von Marwitz, cruzan
la frontera oriental de Bélgica por Gemmenich, violando así su neutralidad. El
rey Alberto I asume el comando supremo del ejército belga, formado por unos
117.000 hombres aparte de las milicias de la Guardia Cívica. Pero su jefe de
estado mayor, general Selliers Moranville al ver que su ejército será incapaz
de parar la maquinaria de guerra alemana, decide concentrarlo al centro del
país alrededor de los fuertes de Lieja y Namur. Lieja estaba a mitad del camino
entre Francia y Alemania.
Este mismo día,
Gran Bretaña protesta por la invasión y movilizó su flota. El canciller alemán,
Theobald von Bethmann-Hollweg, a las 19 horas fue advertido por el embajador
británico en Berlín, Sir E. Goschen de que si las tropas alemanas no eran
retiradas de Bélgica a medianoche del 4 de agosto, Gran Bretaña declaraba la
guerra a Alemania por violación del convenio de neutralidad belga.
A la medianoche
al no tener respuesta a este ultimátum sobre respetar la neutralidad de
Bélgica, Gran Bretaña decide entrar en la Primera Guerra Mundial declarando
rotas las hostilidades con Alemania a las 23 horas. (Gran Bretaña, era garante
de la neutralidad de Bélgica desde el acuerdo de 1839). La declaración
británica de guerra es obligatoria para todos los dominios pertenecientes al
imperio británico, como Canadá, Australia, Nueva Zelanda, India y Sudáfrica. En
Londres se ordena la movilización general, Lord Kitchener se convierte en
ministro británico de Guerra y Sir John Jellicoe toma el mando de la flota
británica.
En las calles millares
de Londinenses entonan el ¡Rule Britania! al conocerse la noticia de la guerra
con Alemania. El entusiasmo por la guerra es enorme al igual que los miles de
voluntarios que se enrolan: sin embargo buena parte del pueblo inglés expresa
su apoyo a los desesperados esfuerzos de los socialistas europeos por detener
la guerra.
El gobierno
británico informa al gobierno holandés que estaba dispuesta a cooperar con él,
para mantener la independencia del país.
En Alemania, el
Canciller alemán Bethmann-Hollweg pronunció un discurso en el Reichtag
anunciando que Alemania había invadido Bélgica ante un “estado de necesidad”
("la necesidad no reconoce ley") que justificaba el hecho de no
respetar su neutralidad, que estaban actuando mal pero que repararía los daños
causados no bien se hubieran alcanzado sus fines militares. Es decir reconoce
ante el que los ataques a Luxemburgo y Bélgica violan acuerdos internacionales.
El Reichtag aprueba por unanimidad la asignación del presupuesto para la
guerra; 14 de los 111 legisladores socialistas estaban en contra de votar
afirmativamente (entre ellos Liebknecht, Luxemburgo y Haase) pero lo hacen por
disciplina partidaria.
En la noche a las
11 pm., el embajador británico en Berlín, E. Goschen cumplió la cortesía
diplomática de despedirse del canciller alemán; el cual le preguntó qué
propósito tenía Inglaterra de declararse en guerra “por un pedazo de papel”, al
referirse al Tratado de garantía de la neutralidad belga.
Italia declaró
que la Triple Alianza era un compromiso de fines puramente defensivos, por lo
que no se consideraba obligada a entrar en una guerra agresiva como la
comenzada por Alemania y Austria. De tal manera, asumió una posición de
neutralidad que favoreció a Francia, al permitirle retirar las tropas que
guarnecían la frontera común.
En Bélgica, el
ejército belga se apostó a la defensiva. Pronto comenzaron los primeros
combates de envergadura en torno a la ciudad fortificada de Lieja. El rey
Alberto de Bélgica encargó la defensa de los fuertes de Lieja a su viejo tutor
militar, el general G. Leman, quien juro por su honor defender hasta el último
palmo su nación y cumplió con creces. Lieja estaba protegida por un anillo de 12
fuertes de hormigón dotados con 78 cañones y 400 ametralladoras, construidos en
la década de 1880 y defendidos por 40 mil hombres. Mientras, cerca de un millón
y medio de civiles belgas huirán de las barbaridades de la guerra y del terror
alemán (se habló exageradamente de ejecuciones colectivas sumarias, saqueos,
violaciones y destrucción), refugiándose en Francia, Gran Bretaña y Holanda.
La propaganda
aliada utilizará la imagen de la invasión de la "valerosa y pequeña
Bélgica" para apoyar el esfuerzo de guerra. Tropas alemanas son acusadas
de disparar a sacerdotes y de incendiar el pueblo belga de Battice.
En el mar Mediterráneo,
la flota alemana del Mediterráneo al mando del almirante Souchon bombardea Bona
y Philippeville (Skikda) en la costa argelina, aunque los daños no fueron
graves desataron el pánico entre los franceses en el Mediterráneo.
El vicealmirante
francés Augustin Boué de Lapeyrère, comandante en jefe de la Armada francesa,
temió que el siguiente puerto en sufrir un ataque sería Argel, donde estaban
preparándose transportes de tropas con destino a la metrópoli. Para evitar la
destrucción de esos transportes Lapeyrère dispuso que las tres agrupaciones
tácticas que tenía desplegadas en alta mar tendieran una pantalla de protección
de los puertos franceses y argelinos. Pero fue inútil porque Souchon se dirigio
al Oeste. Además el temor francés a un ataque alemán contra sus transportes,
retuvo a 500.000 soldados franceses y coloniales en África durante unos días
decisivos.
El único peligro
que tenía el almirante Souchon era, la Mediterranean Fleet del almirante
sir Archibald Berkeley Milne con base en Alejandria. La Gran Bretaña todavía no
estaba en guerra con Alemania, que le había enviado un ultimátum para que
abandonara Bélgica, y en tanto el plazo de tiempo del ultimátum no expirara los
navíos británicos se abstendrían de enfrentarse a los alemanes. Cuando a las
9:30 del 4 de agosto los navíos de
Souchon se dirigían hacia Mesina después de cañonear los puertos argelinos se
encontraron con los cruceros de batalla HMS Indomitable y HMS Indefatigable,
navegando de vuelta encontrada, pero faltaban todavía 14 horas para que
expirara el ultimátum y los británicos no recibieron autorización para abrir
fuego: debían mantenerlos vigilados e intervenir si atacaban a algún barco
francés, pero nada más por el momento.
Al estallar
guerra al crucero alemán Karlsruhe,
al mando del Capitán Kohler, se le asignó operar en el Caribe. En su contra se
envió al escuadrón del Contraalmirante Cradock con cuatro cruceros, cada uno
más poderoso que el Karlsruhe
cubriendo el área desde Halifax, Nova Scotia en Canada hasta Pernambuco,
Brasil.
En Francia, el
primer Ministro Rene Viviani (líder de los Radical-Socialistas) en su discurso
en la cámara en Paris, lee un comunicado
patriótico escrito por el Presidente de la République, Raymond Poincaré que
dice:
« Dans la guerre
qui s'engage, la France […] sera héroïquement défendue par tous ses fils, dont
rien ne brisera devant l'ennemi l'union sacrée » ("En la guerra que se avecina,
Francia […] será defendida heróicamente por todos sus hijos, cuya Union sagrada
no se quebrará delante del enemigo").
La Cámara de
diputados francesa vota sin debate una serie de medidas excepcionales de
emergencia, se establece el estado de sitio, se suspende la libertad de prensa,
se autoriza al gobierno a realizar gastos sin restricciones legales. Los
socialistas se pliegan a la “Unión sagrada” propiciada por el gobierno y
aceptan las medidas de emergencia presentadas ante la Cámara de diputados.
Estados Unidos, Brasil,
Suecia (y Noruega) y Dinamarca declaran su neutralidad en el conflicto.
En San
Petersburgo el populacho exaltado por la propaganda patriotera saquea la
embajada alemana en la ciudad.
El gobierno
británico promete a los países perjudicados con la incautación de los buques
que ella daría la debida atención a la pérdida económica que había provocado
especialmente para Turquia. En tanto el gran visir turco Said Halim Baja
aseguraba que Turquia se mantendría neutral.
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