sábado, 9 de agosto de 2014

Cuadragésima quinta  parte  (45º envío)
LA  PRIMERA  GUERRA  MUNDIAL  DIA  A  DIA  por Carlos Enrique Fonseca Sánchez
4 DE AGOSTO   
A las 9 de la mañana, tropas alemanas del II ejército alemán (más de 250.000 hombres) al mando del general Von Bülow precedido por la caballería de Von Marwitz, cruzan la frontera oriental de Bélgica por Gemmenich, violando así su neutralidad. El rey Alberto I asume el comando supremo del ejército belga, formado por unos 117.000 hombres aparte de las milicias de la Guardia Cívica. Pero su jefe de estado mayor, general Selliers Moranville al ver que su ejército será incapaz de parar la maquinaria de guerra alemana, decide concentrarlo al centro del país alrededor de los fuertes de Lieja y Namur. Lieja estaba a mitad del camino entre Francia y Alemania.
Este mismo día, Gran Bretaña protesta por la invasión y movilizó su flota. El canciller alemán, Theobald von Bethmann-Hollweg, a las 19 horas fue advertido por el embajador británico en Berlín, Sir E. Goschen de que si las tropas alemanas no eran retiradas de Bélgica a medianoche del 4 de agosto, Gran Bretaña declaraba la guerra a Alemania por violación del convenio de neutralidad belga.
A la medianoche al no tener respuesta a este ultimátum sobre respetar la neutralidad de Bélgica, Gran Bretaña decide entrar en la Primera Guerra Mundial declarando rotas las hostilidades con Alemania a las 23 horas. (Gran Bretaña, era garante de la neutralidad de Bélgica desde el acuerdo de 1839). La declaración británica de guerra es obligatoria para todos los dominios pertenecientes al imperio británico, como Canadá, Australia, Nueva Zelanda, India y Sudáfrica. En Londres se ordena la movilización general, Lord Kitchener se convierte en ministro británico de Guerra y Sir John Jellicoe toma el mando de la flota británica.
En las calles millares de Londinenses entonan el ¡Rule Britania! al conocerse la noticia de la guerra con Alemania. El entusiasmo por la guerra es enorme al igual que los miles de voluntarios que se enrolan: sin embargo buena parte del pueblo inglés expresa su apoyo a los desesperados esfuerzos de los socialistas europeos por detener la guerra.
El gobierno británico informa al gobierno holandés que estaba dispuesta a cooperar con él, para mantener la independencia del país.
En Alemania, el Canciller alemán Bethmann-Hollweg pronunció un discurso en el Reichtag anunciando que Alemania había invadido Bélgica ante un “estado de necesidad” ("la necesidad no reconoce ley") que justificaba el hecho de no respetar su neutralidad, que estaban actuando mal pero que repararía los daños causados no bien se hubieran alcanzado sus fines militares. Es decir reconoce ante el que los ataques a Luxemburgo y Bélgica violan acuerdos internacionales. El Reichtag aprueba por unanimidad la asignación del presupuesto para la guerra; 14 de los 111 legisladores socialistas estaban en contra de votar afirmativamente (entre ellos Liebknecht, Luxemburgo y Haase) pero lo hacen por disciplina partidaria. 
En la noche a las 11 pm., el embajador británico en Berlín, E. Goschen cumplió la cortesía diplomática de despedirse del canciller alemán; el cual le preguntó qué propósito tenía Inglaterra de declararse en guerra “por un pedazo de papel”, al referirse al Tratado de garantía de la neutralidad belga.
Italia declaró que la Triple Alianza era un compromiso de fines puramente defensivos, por lo que no se consideraba obligada a entrar en una guerra agresiva como la comenzada por Alemania y Austria. De tal manera, asumió una posición de neutralidad que favoreció a Francia, al permitirle retirar las tropas que guarnecían la frontera común.
En Bélgica, el ejército belga se apostó a la defensiva. Pronto comenzaron los primeros combates de envergadura en torno a la ciudad fortificada de Lieja. El rey Alberto de Bélgica encargó la defensa de los fuertes de Lieja a su viejo tutor militar, el general G. Leman, quien juro por su honor defender hasta el último palmo su nación y cumplió con creces. Lieja estaba protegida por un anillo de 12 fuertes de hormigón dotados con 78 cañones y 400 ametralladoras, construidos en la década de 1880 y defendidos por 40 mil hombres. Mientras, cerca de un millón y medio de civiles belgas huirán de las barbaridades de la guerra y del terror alemán (se habló exageradamente de ejecuciones colectivas sumarias, saqueos, violaciones y destrucción), refugiándose en Francia, Gran Bretaña y Holanda.
La propaganda aliada utilizará la imagen de la invasión de la "valerosa y pequeña Bélgica" para apoyar el esfuerzo de guerra. Tropas alemanas son acusadas de disparar a sacerdotes y de incendiar el pueblo belga de Battice.
En el mar Mediterráneo, la flota alemana del Mediterráneo al mando del almirante Souchon bombardea Bona y Philippeville (Skikda) en la costa argelina, aunque los daños no fueron graves desataron el pánico entre los franceses en el Mediterráneo.
El vicealmirante francés Augustin Boué de Lapeyrère, comandante en jefe de la Armada francesa, temió que el siguiente puerto en sufrir un ataque sería Argel, donde estaban preparándose transportes de tropas con destino a la metrópoli. Para evitar la destrucción de esos transportes Lapeyrère dispuso que las tres agrupaciones tácticas que tenía desplegadas en alta mar tendieran una pantalla de protección de los puertos franceses y argelinos. Pero fue inútil porque Souchon se dirigio al Oeste. Además el temor francés a un ataque alemán contra sus transportes, retuvo a 500.000 soldados franceses y coloniales en África durante unos días decisivos.
El único peligro que tenía el almirante Souchon era, la Mediterranean Fleet del almirante sir Archibald Berkeley Milne con base en Alejandria. La Gran Bretaña todavía no estaba en guerra con Alemania, que le había enviado un ultimátum para que abandonara Bélgica, y en tanto el plazo de tiempo del ultimátum no expirara los navíos británicos se abstendrían de enfrentarse a los alemanes. Cuando a las 9:30 del  4 de agosto los navíos de Souchon se dirigían hacia Mesina después de cañonear los puertos argelinos se encontraron con los cruceros de batalla HMS Indomitable y HMS Indefatigable, navegando de vuelta encontrada, pero faltaban todavía 14 horas para que expirara el ultimátum y los británicos no recibieron autorización para abrir fuego: debían mantenerlos vigilados e intervenir si atacaban a algún barco francés, pero nada más por el momento.
Al estallar guerra al crucero alemán Karlsruhe, al mando del Capitán Kohler, se le asignó operar en el Caribe. En su contra se envió al escuadrón del Contraalmirante Cradock con cuatro cruceros, cada uno más poderoso que el Karlsruhe cubriendo el área desde Halifax, Nova Scotia en Canada hasta Pernambuco, Brasil.
En Francia, el primer Ministro Rene Viviani (líder de los Radical-Socialistas) en su discurso en la cámara  en Paris, lee un comunicado patriótico escrito por el Presidente de la République, Raymond Poincaré que dice:
« Dans la guerre qui s'engage, la France […] sera héroïquement défendue par tous ses fils, dont rien ne brisera devant l'ennemi l'union sacrée » ("En la guerra que se avecina, Francia […] será defendida heróicamente por todos sus hijos, cuya Union sagrada no se quebrará delante del enemigo").
La Cámara de diputados francesa vota sin debate una serie de medidas excepcionales de emergencia, se establece el estado de sitio, se suspende la libertad de prensa, se autoriza al gobierno a realizar gastos sin restricciones legales. Los socialistas se pliegan a la “Unión sagrada” propiciada por el gobierno y aceptan las medidas de emergencia presentadas ante la Cámara de diputados.
Estados Unidos, Brasil, Suecia (y Noruega) y Dinamarca declaran su neutralidad en el conflicto.
En San Petersburgo el populacho exaltado por la propaganda patriotera saquea la embajada alemana en la ciudad.
El gobierno británico promete a los países perjudicados con la incautación de los buques que ella daría la debida atención a la pérdida económica que había provocado especialmente para Turquia. En tanto el gran visir turco Said Halim Baja aseguraba que Turquia se mantendría neutral.



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