Vigésima novena
parte (29º envío)
LA PRIMERA
GUERRA MUNDIAL DIA A DIA
por Carlos Enrique Fonseca Sánchez
19 DE JULIO
En todos los
países europeos los ánimos belicistas eran los que vivían en cada momento, la
cautela de los gobiernos cada día era menor y las posiciones que tomaban hacían
sentir cercano el estallido de una guerra, pero nadie pensaba en las terribles
consecuencias que dejaría.
En Viena el
consejo de ministros discute y aprueba la idea de presionar al gobierno serbio
con un ultimátum, mostrándose todos favorables e inclusive de imponer medidas
severas a Serbia, en una reunión en la que no se dedica un solo minuto a considerar la posibilidad
de una intervención rusa; una vez puestos de acuerdo se apresuraron a mostrárselo
al kaiser Francisco José, para que les dé su punto de vista. El canciller
Berchtold cuenta en sus Memorias, la impresión que su soberano le dejó de
aquella situación crucial:
“El emperador era
plenamente consciente de la profunda gravedad, de la tragedia de éste momento
histórico. Le era difícil tomar una decisión, ya que no dudaba de que sus
consecuencias podían ser terribles, pero la tomó digno y sereno, y dio la orden
de ejecución…”. Pero a pesar de la aprobación del Ultimatum por el káiser, este
deliberadamente fue retenido durante cuatro días, por la visita que en estos
días haría el Presidente francés Poincare al Zar Nicolás en San Petersburgo.
Ellos no querían que Rusia y Francia discutan juntos los puntos del Ultimátum y
así evitar una respuesta común
El gobierno
Austro-húngaro estaba seguro que Serbia rechazaría su ultimátum y que la acción
militar sería necesaria. Mientras tanto, ya han comenzado en secreto los
preparativos para la movilización del ejército austro-hungaro. Dado el tiempo
transcurrido, el gobierno alemán decide adoptar la estrategia de evitar la
generalización del conflicto y restringirlo a un contexto puramente balcánico.
Los embajadores de Francia y Gran Bretaña en Berlín comienzan a sospechar que
Alemania ya conoce el contenido del ultimátum austrohúngaro.
El conde
Pourtales, embajador de Alemania en Rusia y convencido adversario de la
contienda, visitó al ministro de asuntos exteriores ruso, S.D. Sazánov, y le
comunicó que dada la falta de acuerdo entre ambos gobiernos, al ejecutivo
alemán no le quedaría otra alternativa que declararles la guerra. Más tarde el
conde se lamentaba: “Quién podría prever que tuviera que abandonar San
Petersburgo en estas circunstancias”.
La familia real
rusa regresa de su crucero de verano a Petergof, preparando la próxima llegada
del presidente francés planeada para el día siguiente, el 20.
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